Una carta de amor a la España de los 90

El cine español siempre ha sido denostado. Que si Buñuel fue una excepción, que si Almodóvar ha tenido un golpe de suerte? En cambio, cuando hablamos de cine americano, todo suena grandilocuente. Kubrick, Tarantino, Allen, incluso he llegado a oír que Sam Mendes es un maestro del cine. Así las cosas, cuando llega una película de un director americano a nuestras salas, todos la esperamos con ansias y expectación. Quizá por eso la gente no espere nada de la cinta española `Las Niñas´, la cual ha sido la ganadora de los premios Forqué y es una de las grandes favoritas a llevarse los Goya. Quizá entonces es que su problema no se encuentre en su calidad cinematográfica, la cual rezuma verdad y profesionalidad, sino que su problema, aunque suene absurdo, se encuentra en su nacionalidad de origen. Muchos se preguntarán: ¿Acaso el cine español puede crear algo bueno?

La pregunta no se responde únicamente con esta película, para responderla habría que detenerse ante la amplísima e interesantísima filmografía española para comprobar que el cine español está plagado de joyas a la vista y, sobre todo, de joyas ocultas. Pero, como ese proceso es realmente largo y no es lo que nos ocupa, preocupémonos de lo que nos ocupa: Las niñas. Si se preguntan el porqué de toda esta introducción, les responderé de una manera sencilla: porque viendo Las Niñas se vislumbra esa inmensa calidad, verdad y naturalidad del cine español que siempre ha permanecido oculta.

Con tan solo su primera escena podemos ver lo que es esta película en su conjunto: Sencilla, natural y efectiva. En la historia del cine nunca ha primado lo enrevesado o tremendamente complejo, sino que lo sencillo siempre ha salido victorioso. Y así sucede con Las Niñas. En ella, una joven estudiante de un colegio de monjas descubre el mundo que tiene a su alrededor de la mano de una niña huérfana llegada de Barcelona. Partiendo de este argumento tan sencillo, descubrimos la España de los años 90, en la que el contraste entre los colegios de educación religiosa y las corrientes musicales surgidas en aquellos años presentaban un gran contraste. Es en este sensacional e interesantísimo contraste en el que mejor se desenvuelve Pilar Palomero, la directora de Las Niñas. Ella es conocedora de la realidad que trata en esta película, ya que estudió en un colegio de monjas de Zaragoza en los años 90, al igual que lo hace su protagonista.

Entrando de lleno en materia, cabe destacar que los diálogos de Las Niñas describen a la perfección el trasfondo de la película. Con una sutileza envidiable y una efectividad considerable, los diálogos de esta película se adentran de lleno en la mente del espectador. Las Niñas habla de temas que todos conocemos: la sexualidad en la juventud, la mirada del mundo con los ojos de una joven mujer? Pero lo cierto es que esta película lo hace con un conocimiento aplastante. Quizás por eso sea una película adorable.

Con un ritmo adecuado, unos gags cómicos milimétricamente medidos y una forma de grabar inmersiva, nada se hace lento o pesado. Al contrario, la dirección de Palomero te acerca al personaje de Andrea Fandos y te sumerge de lleno en la película. Mención especial para Fandos, cuya interpretación no puede ser más acertada y acorde con lo que es la película en su conjunto. Carácter, valentía y sinceridad, todo lo que una actriz de cine independiente necesita para triunfar.

Según contaba Pilar Palomero, las protagonistas de la película nunca llegaron a leer el guion, sino que improvisaban en base a la temática que debían tratar en cada escena. Es curioso, porque da la sensación de que el guion está preparado con una rigurosidad asombrosa. Quizás sea esa libertad que Palomero ha dejado a las jóvenes actrices la que ha mejorado su guion y la que ha llevado a su película a un lugar inusitado. En el fondo, creo que Las Niñas es eso. Un punto de partida sencillo que acaba explorando con éxito un lugar inusitado. Para ello, se hace necesaria la excelente dirección de actores y cinematográfica de Palomero, la interpretación de Andrea Fandos y demás niñas, la libertad de interpretación del guion y, sin ninguna duda, la naturalidad y sinceridad de todo lo que acontece en pantalla. Quizás se debe a que esta película nace de las vivencias de su directora, o quizás se deba simplemente a la profesionalidad y brillantez de Palomero. Sea lo que sea, estamos ante la película española del año, la cual se corresponde con la definición de eficacia, ya que su capacidad para producir el efecto deseado o de ir bien para determinada cosa es abismal.