Aronofsky s e pasa de moderno

Ví este filme el pasado otoño en el Festival de Sitges consciente de la tíbia acoida que tuvo en Venecia. Pero pensé que cuatro críticos amargados no me quitarian la ilusión de ver la última creación del director de 'Requiem por un sueño'. Seguro que Aronofsky había hecho algo grande. Y sí, grande es. Quizás demasiado.

Este tipo de films gustan porque el espectador queda fascinado al descubrir como una historia humilde y sin supuestas pretensiones le envuelve. Aranofsky se quedó con todo el mundo con 'Pi' y su intención con este tercer filme era la misma. El problema es que el público lo nota y pierde magia. El director se pasa de excéntrico con una trama enrevesada y una estética videoclipera, pero se olvida de explicarle al espectador el porqué de todo ello. El público se queda con la sensación de: " qué bonita... pero ¿y qué?".

Pero no todo es malo, ni mucho menos. Hugh Jackman está esplendido en su triple rol. Tanto que empequeñece a una Rachel Weisz que no pasa de secundaria correcta (si no la hubiesemos visto en 'El jardinero fiel' creeríamos que su marido la quería enchufar en el filme como fuese). La producción es impecable y el plano visual encandila al más esceptico. Su discurso moral es claro y atrae al espectador. Además la desorientación que provoca en el espectador es positiva para emprender debates posteriores al finalizar la película.