Bella

La infancia de Bella estuvo llena de abandono y soledad, obligada a hacerse cargo de su casa y afrontar sus estudios sola mientras cuidaba a su padre, José, que padecía depresión. A sus 18 años creyó encontrar la salvación en Ponce, un chico de 22 años, artista grafitero, que quería ser pintor: para ella, era su príncipe azul, con un alma igual a la suya: soñadora, idealista, romántica. Poco después de conocerse, los jóvenes se casan, su amor florece rápidamente. 

Este enlace provoca que Ponce se convierta en el centro del universo de Bella, quien se va distanciando poco a poco de su padre, de sus amigos de la infancia, Mauro y Patricia, e incluso de sus sueños, estudios, y ambiciones personales. Pasan seis años y Bella vive en una muy extravagante mansión, dirige una galería de arte de la que, además, es dueña, y es madre de dos hijos. Aparentemente, tiene una vida perfecta, de ensueño. 

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Esta agradable vida de madre joven no es más que la fachada que esconde la pesadilla devastadora que realmente está viviendo: años de abusos y violencia psicológica, que han ido acabando con ella en silencio. Una noche, Bella toca fondo y entiende que la única forma de sobrevivir es escapando del horror en el que se ha convertido su matrimonio, huyendo de la jaula en la que ha quedado encerrada, y enfrentándose a las consecuencias.