Extenuante pseudo-divertimento

Como no podía ser de otra manera, la nueva entrega de la inagotable saga Paranormal Activity significa la millonésima incursión del cine de terror en el cada vez más manido sub-género del metraje encontrado. Como todo aquello que nos hacen tragar a la fuerza en cantidades industriales, lo poco gusta y lo mucho cansa.

En esta ocasión, una familia se muda a una nueva casa en la que esperan disfrutar de la vida junto a su niña pequeña. Sin embargo, allí se encontrarán unas extrañas cintas de vídeo y una cámara que consigue grabar lo que parecen ser fantasmas.

A pesar de que un servidor se considera fan de estos films, es imposible acordarse de los lazos que unen unas y otras entregas; sobre todo después de que la calidad haya ido bajando progresivamente hasta convertir la saga en un festival pirotécnico barato. El vergonzante spin-off latino de 2013 fue la sentencia final a un conjunto de películas que debía haber dicho adiós hace mucho tiempo. El agotamiento se confirma cuando la inteligencia y el misterio son sustituidos por sustos del tres al cuarto y fantasmas horripilantemente cutres hechos por ordenador. Una auténtica pena que un producto que en su día fue innovador se convierta en algo risible y perfectamente parodiable.